Yo me reconozco como un hombre que no tiene pasiones,
Que ha desarrollado sus pocas cosas desarrolladas entre manías
y gustos,
Vicios y adicciones, conveniencias y comodidades,
Todo en el cálido y seguro círculo de la unidad familiar,
Sin preocupaciones ni mayores riesgos.
Un hombre sin pasiones no tiene sueños ni metas, a lo sumo
obligaciones.
A las obligaciones les he hecho con experticia el quite,
Hasta que me cerraban el pase y perdía la pelota.
Yo sé muy bien que es perder, tengo una maestría en ello,
Una especialización
en remordimientos.
Como decía, no tengo pasiones, a lo sumo vicios.
No es un canto a la tristeza, es mi nariz contra el suelo
que sangra,
Y que reconozco la realidad, a secas.
La sangre, como es debido escandalosa, me ciega frente al
amor y la esperanza.
Ahora soy un saco de responsabilidades.
Me miro al espejo.