sábado, 25 de abril de 2015

Mi diagnóstico (la nariz que sangra)

Yo me reconozco como un hombre que no tiene pasiones,
Que ha desarrollado sus pocas cosas desarrolladas entre manías y gustos,
Vicios y adicciones, conveniencias y comodidades,
Todo en el cálido y seguro círculo de la unidad familiar,
Sin preocupaciones ni mayores riesgos.
Un hombre sin pasiones no tiene sueños ni metas, a lo sumo obligaciones.
A las obligaciones les he hecho con experticia el quite,
Hasta que me cerraban el pase y perdía la pelota.
Yo sé muy bien que es perder, tengo una maestría en ello,
Una especialización en remordimientos.
Como decía, no tengo pasiones, a lo sumo vicios.
No es un canto a la tristeza, es mi nariz contra el suelo que sangra,
Y que reconozco la realidad, a secas.
La sangre, como es debido escandalosa, me ciega frente al amor y la esperanza.
Ahora soy un saco de responsabilidades.

Me miro al espejo.


domingo, 15 de marzo de 2015

El mito

Las náuseas son producto de verla volar al infinito, perfecta, incólume, invicta.
Su presencia, arrebatada de mi vida por las fuerzas externas que nos atormentan, le dio el halo de la leyenda, de quien no tiene tiempo para destruir la cantidad de ánimo que impulsa el futuro.
He pensado en varios momentos que su ascenso a la construcción simbólica tiene  los mismos síntomas del Che Guevara: de su muerte prematura en Bolivia nos quedó su leyenda, su sonrisa, su fuerza vital. No tuvo tiempo para que su humanidad se viniera encima sobre su imagen de ser sobrenatural, revolucionario como ninguno. Lo salvo la muerte, y lo hizo eterno. Ella entonces, se hizo viento y marea en mí, en la medida de que no pude cuando estuve allí a su lado dejarla, y ahora cuando mi corazón necesita su calor, y no está, por la distancia, así no sea esa la razón, se queda grabada, se queda perfecta.
Tengo la forma, el placebo perfecto para culpar a cada kilómetro de mi tragedia sentimental. La duda está plantada irremediablemente. No hay manera de saber qué hubiese pasado si la injusticia no me hubiese alejado de mi mundo. Se me empaña la escafandra cuando hablo de mi mundo.
Y si tengo nauseas, que es mi manera particular de denominar a la tristeza, al vacío que siento porque no la tengo, y porque no estoy. Se me viene encima, religiosamente, cada día, en el momento menos esperado. Tengo sueño, no hay razón para tenerlo pero el desgano me consume. La vida se me hace tan plana, tan gris, que a veces no logro convencerme de salir de la cama.
Extraño el olor de su cuerpo. Pero no es tanto eso. Es el mito, voló hacia el panteón de las historias perfectas, es decir, incompletas.
La veré, claro que la veré.

La amo.

lunes, 9 de marzo de 2015

Dolor.

Estoy cansado de discutir. Lo he hecho por horas, por días, he retomado los argumentos y los he lanzado. Ordenamente, a veces a gritos e insultos. He exigido, he reclamado, me he derramado. Lo he hecho con todas las personas que quiero y me querían. Y lo he hecho en silencio, en mi cabeza, una y otra vez.
Detesto pensar, es un ejercicio de interminable tortura. No pienso, siempre discuto, siempre estoy hablando con alguien que no lo sabe. Y no aguanto, y termino escribiéndolo en papelitos, en la libreta, en el humo del cigarrillo, en facebook, en las paredes y en los techos.

Las náuseas siempre son peor que el vómito. Lo anteceden a veces, a bien gracias. Sin embargo, esos movimientos convulsos son más largos, más aterradores. Me pasan de súbito en el alma. Cuando voy en bus, en las salas de estudio, por las mañanas cuando preciso la luz y descubro que no estoy en mi cuarto. Es tener molido el espíritu, la alegría. Lo he escrito.

domingo, 1 de marzo de 2015

Meses


Siguen los días y las batas de grises pasan a azules,
el cabello juega con círculos, se despeja la mirada.
Las tardes se llenan de piano, el cuerpo se tensa, y suda.
La vida se conjuga en Si, sin mí, en Si, toda felicidad.


Las semanas se conjugan en ires y venires de bicicleta y polvo,
Todo queda demasiado lejos cuando se abraza el mundo,
El amor, los viajes, con todo se sueña. 
Cronopio que galopa rápido para que el tiempo se apiade y le permita. 

En el espejo, otro rostro, la vida pesada y quemadas las alas.
Llenar de poemas de Roque los silencios, de cigarrillos el desamor.
Besa como lo hacia ella la cerveza, el sopor antes de la ronda.

Un parque para pensarse el mundo, para llorar los meses.
Saber llorar en el aire, en la tos llena de rencor y rabia.
Caminar hacia mí y tropezar distraído, entre palomas y nieve.
Un azul que todo lo extrañe, que vive hundido en la zozobra.

Los días de gatos, sin ellos. No sale el sol.